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segunda-feira, 23 de outubro de 2017

El Mundo Espanha.

BRASIL

Entrevista con el ex presidente brasileño

Lula da Silva: "Nadie sabe cuidar como yo del pueblo necesitado"


PAULO FEHLAUER

CANDIDATO EN 2018: "A mis 72 años, quiero volver a ser presidente para demostrar al mundo que Brasil puede funcionar"
CORRUPCIÓN: "El juicio al que estoy sometido es una farsa. Ni la Policía Federal ni el Ministerio Público han hallado pruebas"
VENEZUELA: "No entiendo por qué a Europa le preocupa tanto Nicolás Maduro. Ha sido elegido democráticamente""
CATALUÑA: "Entiendo perfectamente que el nacionalismo catalán tiene una historia larga pero yo prefiero una España unida"
FELIPE VI: "En una situación de tensión como la que están viviendo en Cataluña, el Rey no debería tomar partido sino mediar"
DONALD TRUMP: "No se puede gobernar el mundo a golpe de Twitter. Me sorprende que hable de todo en un país como EEUU"
Mira a los ojos, sonríe y da un manotazo en la mesa al decir que Brasil tiene solución. Al "presidente más popular del planeta" -decía Obama- le pesa un pasado de glorias, un presente de acusaciones y un futuro con dos objetivos: volver a gobernar y probar su inocencia.


Cuando dejó la presidencia en 2010 Brasil estaba en pleno crecimiento, 32 millones de pobres ascendieron de clase, Petrobras era uno de los motores económicos. ¿Qué ha sucedido para que el país haya dado un giro de 180 grados?
Lo que nos ha pasado es que hemos tirado a la basura la palabra mágica: credibilidad. Un concepto que vale para la familia, para el barrio, para el equipo de fútbol. Cuando el que gobierna habla y el pueblo no le cree, las cosas no suceden.
¿Cuándo se perdió esa credibilidad?
Hasta 2013 el país crecía, tenía pleno empleo, mantenía las políticas sociales, preparábamos la Copa del Mundo, los Juegos Olímpicos, pero en el mes de junio sucedieron aquellas manifestaciones que fueron como el 15M de España o una especie de Primavera Árabe brasileña.
Desde entonces sociólogos y politólogos analizan junio de 2013. ¿Ustedes lo han sabido entender?
Le confieso que todavía no sé interpretar qué fue lo que sucedió porque en aquel momento la presidenta Dilma tenía un 75% de popularidad. Sucedieron cosas que escaparon de nuestro control como el manejo que hicieron los medios de las movilizaciones. Las televisiones convocaban las manifestaciones, llegaron a retirar la telenovela de la noche para dar la cobertura de la gente en la calle. En toda la historia de movilizaciones de Brasil los medios nunca se habían comportado de esa manera.
La gente reivindicaba mejor educación, más inversión en hospitales y menos gastos en grandes eventos...
La educación y la sanidad vivían uno de sus mejores momentos. Y claro que la gente tiene derecho a exigir más, pero la situación actual es mucho peor y nadie sale a la calle a protestar porque los medios tampoco lo incitan.
¿Pero han reconocido errores del Gobierno de Dilma Rousseff?
Sí, claro que fallamos. Nuestra mayor equivocación fue exagerar en las políticas de exoneración de las grandes empresas. El Estado dejó de recaudar para devolver a los empresarios y en 2014 salía más dinero del que entraba. Entre 2011 y 2014 se exoneraron 428.000 millones de reales [114.000 millones de euros] y cuando Dilma intentó acabar con esa ayuda el Senado no lo permitió. El segundo error vino cuando la Presidenta anunció el ajuste fiscal y traicionó al electorado que la había elegido en 2014, al que le habíamos prometido que mantendríamos los gastos. Así empezamos a perder credibilidad. El año 2015 fue muy parecido a 1999 cuando Fernando Henrique Cardoso tenía una popularidad del 8% y el país había quebrado tres veces. Pero en esa ocasión el presidente de la Cámara era Michel Temer y él sí le ayudó a gobernar. Nosotros teníamos a Eduardo Cunha que se encargó de rechazar cada reforma que proponía Dilma. Fue quien sacó adelante un impeachment ilegítimo. Teníamos al enemigo en casa.
¿Se arrepiente de no haberse presentado en 2014?
No me arrepiento porque ante todo soy leal a la democracia y a Dilma Rousseff. Ella era la mandataria y tenía derecho a ser reelegida. Pero lo he pensado muchas veces y me consta que Dilma también. Lo que pasa es que no soy el tipo de persona que se lamenta, hay que mirar hacia adelante y quiero volver a ser presidente para demostrar al mundo que Brasil puede funcionar.
Como futuro candidato del PT en las elecciones de 2018. ¿Cuál es su fórmula para recuperar al país?
Brasil tiene que volver a ser gobernado pensando en la mayoría y no en unos pocos, por eso lo primero que pienso plantear es un referéndum revocatorio de muchas de las medidas aprobadas por Michel Temer. Es criminal tener una ley que limita durante 20 años la posibilidad de inversión del Estado. En Brasil todavía faltan cosas básicas como saneamiento, tratamiento del agua, viviendas. Tenemos un potencial de inversión en infraestructuras que puede resolver buena parte de la generación de empleo y recuperar la economía. Brasil no depende ni de EEUU ni de China sino de sus propias decisiones. Cuando los pobres vuelvan a estar en el presupuesto del Estado, el país volverá a crecer y recuperaremos la confianza internacional. El capital es cobarde y sólo vendrá cuando sepa que puede ganar.
La reacción de los mercados ante el Gobierno de Temer ha sido más positiva que con los últimos años de Rousseff.
Claro, pretenden privatizar el país. Sólo hay que ver lo que quieren hacer con Petrobras. El petróleo era nuestro pasaporte para el futuro, si lo venden nos dejan sin soberanía. Es una pena que destruyan así nuestra empresa.
Para muchos lo que la ha destruido ha sido la corrupción y los desvíos millonarios de dinero que se hacían a través de la petrolera.
Pongamos que ha sido así. Que arresten a todos los corruptos, pero que no quiebren la empresa y acaben con el trabajo de miles de personas.
Usted pretende presentarse a las elecciones de 2018 y tiene una condena en primera instancia de nueve años y seis meses de prisión por lavado de dinero y corrupción pasiva relacionada con el escándalo de Petrobras.
Me presento a mis 72 años porque hay mucha gente que sabe gobernar pero no hay nadie que sepa cuidar del pueblo más necesitado como yo lo hago. Conozco sus entrañas, cómo viven, qué necesitan. Si creían que una condena me iba a quitar la idea de ser candidato han conseguido el efecto contrario. El juicio al que estoy sometido es una farsa. Ni la Policía Federal ni el Ministerio Público han encontrado una sola prueba para acusarme, por eso digo que la sentencia del juez Sérgio Moro es eminentemente política. En un primer juicio decían que tenía un apartamento en la playa y que en él había dinero de Petrobras. Cuando entramos con un recurso el mismo juez que me condenó después dijo que nunca había dicho que el apartamento era mío y que era dinero de Petrobras. Entonces si no es mío, ni hay dinero de Petrobras, ¿por qué me condenan?. La única respuesta que tengo es que lo hacen porque son rehenes de la prensa. Hoy en Brasil los medios tienen más poder que el Ministerio Público y por primera vez un juez se comporta de acuerdo con la opinión pública. Encontraron dinero en casa de Aécio Neves, en la del gobernador de Río de Janeiro, Sérgio Cabral, en la del ex ministro Geddel Vieira Lima, pero en mi casa, nada. Han revisado cuentas en bancos de todo el mundo para encontrar algún desvío de dinero, y nada. Pero mañana, tarde y noche la prensa me destruye y se niega a publicar que no hay pruebas contra mí.
Sin embargo quien fuera su brazo derecho, Antonio Palocci, dijo hace unas semanas al juez Moro que usted había hecho un pacto de sangre con Odebrecht, una de las principales constructoras acusadas de desvío de dinero de Petrobras.
La única verdad que dijo Pallocci es que quería el beneficio de la ley. Una delación como ésa, bajo presión, con la persona que declara presa, no puede ser aceptada por las instancias superiores de la Justicia. No se puede encarcelar a un ciudadano durante tres años y ofrecerle libertad o reducción de pena a cambio de que cuente algo que no sabe. Varios abogados me han dicho que el Ministerio Público les dice a sus clientes que la delación sólo vale si tienen algo contra Lula. Primero me juzgaron por un apartamento que no es mío y me condenaron. Ahora me juzgan por un terreno del Instituto Lula que tampoco me pertenece, después va a ser por una casa de campo que tampoco es mía, luego por unas obras del estadio del Corinthians... Así, todos los días inventan algo pero yo sigo liderando las encuestas electorales. El pueblo confía en mí porque sabe quién soy y lo que he hecho por ellos. Me respalda mi honor y mi honestidad y a los 72 años ya no tengo el derecho de ponerme nervioso. Ellos hacen su juego y yo el mío. Ellos me acusan a través de la prensa y yo me defiendo con el pueblo. Es una pena lo que me están haciendo a mí y a mi familia. Todo este proceso apresuró la muerte de mi mujer. A mis hijos les invade la casa la policía y no encuentran nada pero nadie nos pide disculpas.
¿Usted se siente más cerca de los populismos latinoamericanos o de la socialdemocracia europea?
Respeto a la socialdemocracia europea, son el ejemplo del estado de bienestar, de la defensa de los derechos de los trabajadores, pero en Brasil construimos Estado a nuestra manera, ni mejor ni peor. Lo de los populismos latinoamericanos me parece una tontería. ¿Qué significa ser populista? ¿Hablar la lengua del pueblo y defenderlo? Nunca me he considerado un populista pero sí un presidente extremadamente popular.
El Partido de los Trabajadores dijo que apoyaba incondicionalmente al Gobierno de Maduro, pero usted se mantuvo callado.
No doy ningún apoyo incondicional. Hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo con Maduro, también me sucede con presidentes de otros países. Defiendo para Venezuela lo mismo que para Brasil y es que maneje sus asuntos sin la injerencia externa. No entiendo por qué a Europa le preocupa tanto Maduro, al fin y al cabo ha sido elegido democráticamente y los venezolanos tendrán que resolver sus problemas entre ellos.
¿Y qué me dice de Trump?
Soy muy cuidadoso a la hora de analizar a las personas. Puedo decir que me sorprende que el presidente de un país del tamaño y de la importancia de Estados Unidos se ponga a hablar de todo. Hay cosas que tiene que decir un funcionario de Estado, un secretario, quizás sea porque acaba de llegar y todavía le quedan cosas por aprender. Pero no se puede gobernar el mundo a golpe de Twitter.
¿Cuál es su opinión sobre la situación de Cataluña?
Como les debe pasar a ustedes, lo primero que me viene a la cabeza es decir lo complicado que es hablar de este asunto. Normalmente las tesis separatistas suceden en las regiones más ricas, los pobres nunca quieren separarse -se ríe-. Entiendo perfectamente que el nacionalismo catalán tiene una historia larga, pero yo prefiero una España unida. Y quizás sólo me atrevería a darle un consejo al Rey, al que conozco y tengo mucho cariño, y es que en una situación de tensión como la que están viviendo, él no debería tomar partido, su rol es el de ser un mediador. Es un papel más simpático y el que le corresponde a un rey.
La semana pasada dijo que Lula era más que una persona una imagen asumida por millones de personas. ¿Qué refleja?
Lo que quise decir es que más allá de mi persona, Lula es una idea de que los pobres pueden tener acceso a un buen trabajo, a un salario digno, a entrar en la universidad. Siempre digo que el mejor efecto de mi Gobierno no fueron las obras que hice, sino hacerle descubrir al pueblo que podía ser sujeto de la Historia.
Si le condenaran en segunda instancia y no pudiera presentarse a las elecciones, ¿el PT tiene alguna oportunidad sin Lula da Silva?
Espero poderme presentar, pero nadie es imprescindible. Hay miles de Lulas.

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